lunes, 19 de septiembre de 2016

Somos desierto y pradera

Desde el inicio de los tiempos
nos fue dado un Paraíso
para que toda criatura

disfrutara su esplendor,
su abundancia, su color...

Bella sensación de frescura,
de tibieza y de calor
que anida en el corazón
inmenso de la Naturaleza,
en donde hay lugar para todos.

Cada quien con su misión,
sus raíces y su esencia,
más allá de toda ciencia
cumple el plan con perfección,
desde el microbio al humano,
sin importar su tamaño,
su historia no se cuenta en años,
sino en valores y frutos.

Paraíso es el producto
de toda vida en el mundo
que siembra su amor fecundo
allí en donde le toca estar
y jamás deja de amar
ni de aferrarse a la vida.

Así como en la fértil pradera
crecen dorados trigales,
la abundancia es evidente...
Disfrutando de la brisa
se oye el trino de las aves
y el vaivén de los maizales
homenajeando a la Vida.

También el árido desierto,
ese que parece muerto,
escondido bajo las rocas
protegiéndose del Sol
y de las tormentas de arena,
está colmado de vida
que en un rito sigiloso
le está cantando al Amor.

Somos desierto y pradera,
sensaciones placenteras
conviven con el dolor,
la frescura y el ardor,
el bullicio y el silencio,
la inmediatez y la espera,
la cobardía, el coraje,
la decepción, la esperanza...
Todo es parte de la danza
de nuestro Paraíso interior.

En todo ello hay Vida...
En todo ello hay Amor.


Lili Molet

Pintura Jorge Murillo